Todo comienza con una mirada. Tú
y yo, expectantes el uno del otro, observando cada uno un rostro que no os
podéis quitar de la cabeza en ningún momento. Cada uno recordando detalles del
otro.
Yo veo un pelo bañado por el
fuego, del color de un amanecer reflejado en el mar, acompañado de unos ojos
grandes, de un turquesa infinito y que siempre tienen un brillo de felicidad.
Veo unos labios carnosos y sonrosados que se curvan siempre que me ven en una
sonrisa que transmite una calidez a mi alma y alegra cualquier día, y que hace
mucho tiempo que me tientan. Unas mejillas que nunca pierdo la ocasión de
agarrar y poder jugar con esos mofletes.
Yo no sé qué verás en mí, en mi
cara, pero parece suficiente como para que estés enamorada de mi.
Acerco ligeramente mi cara a la
tuya. Entrecierras los ojos mientras me coges una mano. Con la otra te agarro
de la cintura y te atraigo hacia mí.
Escasos centímetros separan
nuestros labios, desesperados por probarnos. Impacientes.
La distancia desaparece. El
tiempo parece que se para durante unos segundos.
El primer beso es un ligero roce
de labios, todavía verde y tímido. Hay un poco de tensión dentro de mí,
buscando un beso perfecto. Nuestros labios se separan fugazmente.
Tú me sueltas la mano y me
agarras la nuca, y me atraes hacia ti. Nuestros labios se vuelven a encontrar.
Esta vez es un choque de
corrientes. Pasión y delicadeza. Desenfreno y tranquilidad. Locura y paciencia.
Una unión que libera tanto tiempo reprimido del uno por el otro.
Es un beso con cambios de ritmo,
encadenando besos cortos y rápidos, con otros lentos y con más pasión.
Encontrándose. Peleándose. Buscándose. Es el encuentro de dos personas
predestinadas. Un destino que se cumple.
Me sorprende, pero tu lengua se
adentra en mi boca. Busca la mía. Te abres paso, saboreando cada rincón de mi
boca, hasta que se encuentran. Nuestra saliva se mezcla mientras nuestras
lenguas se entrelazan. Los dos probamos el sabor del otro.
Poco a poco, los besos van
perdiendo intensidad, ritmo, desenfreno. El clímax va llegando a su fin, pero
no así nuestra unión.
Finalmente separamos nuestros
labios del otro. Se respira una tranquilidad parecida a la de después de una
tempestad, disfrutando de la sensación de humedad en el ambiente.
Abres los ojos. Miras a los
míos, con una mirada llena de complicidad, felicidad y algo de picardía. Es una
mirada que destapa todos mis secretos ante ti de un vistazo.
Solo se oye nuestra ajetreada
respiración, y un ritmo cardíaco acelerado.
Me sonríes.
Me coges la mano.
- Vamos, ven. -Me dices, mientras me guías a tu cama-. No irás a dejarlo aquí, después de este
beso, no?
Comentarios